La mirada del artista encuentra significado y placer en cosas inadvertidas y despierta nuestra concienca hacia lo que hemos aprendido a no ver.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

I.V.A.



Me acuerdo el primer día, mi mamá me acompañó. Primero el 141 hasta Plaza de los Virreyes y de ahi subte hasta Medalla Milagrosa. No entendía nada, mamá contenta que me iban a inculcar arte y cultura de alguna forma. Yo tenía pensado ponerme a dibujar.
Entrar y ver un grupo de locos amontonados en el patio (re paquetes los pibes), María Rosa con su cara de desquiciada amorosa preguntandome quien era, murales en las paredes y juegos en el piso.
Según recuerdo, al primero que le hablé fue a Franco, despues me junte con otro grupo de personas. Qué manera de no entender nada.
Todos se trataban bien y como era mi primer día, me resultaba raro ver interactuar a toda esa gente que no se conocía tan sueltamente. Pude reconocer una mochila de La Vela (de Lila) y la remera de tortuguitas de Lu.
Después uno se entera que eramos "A1 Batata" y todos corrian y gritaban por el patio, hacian canciones y eran felices.
En fin, matecocidos, clases, muchisimas risas, bastantes llantos, el viaje (con todo incluido, desde la Cindor hasta la pileta, hasta los vecinos... sobre todo los vecinos), todo, todo, todo.
Quererlos.

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